lunes, 25 de noviembre de 2019

La Diosa Oscura



Su nombre se asocia con la muerte, la oscuridad, el vacío, el invierno, y esto evoca un cierto miedo ancestral que solamente responde a la ignorancia y al desconocimiento de no tener integrado en uno lo que es inevitable. En la naturaleza existe también el cambio, la destrucción, la muerte, y el caos.¿Acaso no es la muerte una faceta más de la vida? ¿Existiría luz de no existir oscuridad? ¿No es necesario el vacío para poder recibir algo nuevo? En cierta forma los aspectos oscuros y los claros son semejantes a una melodía donde el silencio se combina con las notas para crear armonía. Es la apnea apenas perceptible que se produce entre la inspiración y al exhalación. Todo es una danza, es movimiento y una sucesión de opuestos.

Hay varios temas relacionados con la diosa oscura. El primero es un viaje que requiere todo un ciclo: el de todas las caras de la Diosa que se van sucediendo, convergen y mueren en ella antes de renacer en nuevo tiempo. La anciana es sabia porque las contiene a todas, porque ha superado las diferentes etapas de la vida y se ha nutrido de saberes, habilidades y experiencias. Ella fue doncella, amante y madre; fue aire, fuego, agua y tierra. Y con todo esa sabiduría puede comenzar de nuevo.

Comenzar de nuevo es abrirse a la muerte, como el paso de un umbral a un nueva vida. La muerte es inevitable ya que todo lo que nace debe morir para dar paso a algo nuevo. Por eso todo termina fallando, termina decayendo, termina agotándose. Pero en la naturaleza nada se desperdicia, pues todo es reciclado para alimentar la vida. Todo cambia y se convierte en algo diferente, algo necesario que alimenta el sistema al que pertenecemos. La muerte abre la llave al renacimiento. No podemos renacer sino hemos muerto y no se puede construir algo nuevo si no se ha destruido,si no se vacía lo que ocupa ese espacio.

Hablamos de la muerte física, por supuesto, pero a lo largo de la vida experimentamos también muchas muertes que van configurando la persona que somos. Para poder crear una nueva versión de nosotros mismos, la anterior debe morir. Sin embargo, esa nueva versión se nutre de las experiencias de la primera y construye sobre ellas. El grado de apego a la vida conocida hace que el tránsito sea más o menos fácil, más o menos doloroso. Todo pasa por la rendición al proceso de la transformación.

La diosa oscura es también la sombra, aquello que negamos admitir de nosotros. Es lo prohibido, lo vilipendiado, lo maldito, lo que nos avergüenza, nuestros miedos y temores más profundos, nuestros monstruos y fantasmas, que se empeñan en salir y no nos atrevemos a mirar y reconocer. Pero también existe la llamada "sombra dorada" que esconde aquellos rasgos positivos que hemos reprimido por el mismo motivo: ser aceptados y ser amados por nuestra familia y nuestros círculos cercanos, incluso por las normas que dicta la sociedad. Sin embargo, no hay nada más amoroso, sanador y más poderoso que el reconocer, abrazar e integrar todo aquello que está en la sombra, porque hasta que no lo hagamos no estaremos completos; porque hasta que no lo hagamos, la sombra operará desde el subconsciente y controlará nuestra vida. Por eso, el don de la diosa oscura es la plenitud de quien se ha conquistado a sí mismo, de quien es suficiente en sí mismo.

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